No veo el “pueblo bueno” casi por ninguna parte, a veces sólo destellos de cortesía y humanidad que hacen el día, incluso reconozco que en ocasiones quien te afecta en tu vida cotidiana puede suceder de forma involuntaria, con este último comentario quiero atajar la percepción en el lector de que “hay personas malas y personas buenas”, sino más bien, hay personas con intereses, necesidades y pasiones, sin dudar que hay quienes se decantan por no dañar al prójimo, pero hay quien adopta lo contrario como una forma de vida.
La convivencia social no está institucionalizada, y tampoco las autoridades hacen mucho para que ello suceda. Algunos dicen que la corrupción es la falta de instituciones, otros que la corrupción es la institución.
Reitero no veo al “pueblo bueno”; al levantarme escucho en la radio y televisión sobre abusos, falta de cumplimiento de la ley, simulación; al salir de casa el transporte público hace gala del claxon para llamar a los usuarios pasajeros, en lugar de que haya un horario y paradas preestablecidas, el lugar donde nos paramos ahí hace base el transporte. Las combis y autobuses están en mal estado, discotecas rodantes, además se caracterizan por ser chimeneas, sin placas, unos más, con placas particulares, por lo que en caso de accidente no hay a quien reclamar; a veces lucen letreros agradeciendo al gobernador o despidiendo a algún amigo fallecido.
Veo calles sucias, fachadas de domicilios tirados al olvido -tal vez por falta de dinero- cuando antes el hogar representaba algo sagrado y que había que mantener limpio y ordenado, veo a gente mayor barriendo el frente de su casa y es casi una “perla negra” ver a jóvenes haciendo tal cosa.
No todo es desesperanza, veo personas cediendo el paso, aguardando su turno, guardando en su bolsillo, la envoltura del desayuno echo en casa para ahorrar o lo que compran en puestos semifijos, pero ciertamente son los menos.
La anterior perorata viene a cuento, porque el actual Presidente de la República hace llamados y votos de confianza al “pueblo bueno”, cuando ese sector no desea sermones ni reconvenciones de los gobernantes, ya que sabe lo que quiere y por lo que trabaja, tal vez el llamado debiese ser al otro “pueblo” o a todos en general; amén de lo anterior, creo que el discurso polariza, sigue dividiendo entre buenos y malos.
Finalmente, en teoría política se plantean las preguntas ¿Si el pueblo se equivoca? o ¿si el pueblo tiene derecho a equivocarse?, más allá del debate sobre lo que debe considerarse “pueblo” o si los que se equivocan son los que “representan” al Pueblo, al respecto, estimo que hay una respuesta afirmativa a ambas preguntas, dado que por naturaleza el ser humano se equivoca, y en segundo término porque la historia universal demuestra errores repetidos casi en similitud.
La ilegalidad y la ilicitud se atajan con el cumplimiento de la ley (incluso con flexibilidad y equidad si el caso concreto lo amerita), por lo que si ves a una multitud robando combustible debes actuar a través de las instituciones -¿existen?-, si bien evitar la confrontación es lógico, ello implica un repliegue para atajar posteriormente el suceso, no así para contemplar.
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